sábado, 23 de abril de 2011

Catch a Fire, 1973 [Bob Marley & The Wailers]

    
     Los de Island Records les tenían tanta fe a los muchachos en el primer disco que iban a grabar con la compañía, que les quisieron dejar en claro que ponían las manos en el fuego por ellos. El resultado fue esta preciosa cubierta color verde, verde…,dejémoslo en verde sin subcategorizar: verde y con la forma de un encendedor Zippo. El título del disco y las costumbres de la banda y sus cultores sin duda cierran el concepto.

     Es posible que no a todo el mundo le suene familiar haber visto esta cubierta del famoso disco que incluye Stir it up. Y esto tiene que resultar más que extraño, máxime teniendo en cuenta la originalidad de su diseño. El caso es que lo bello suele ser bastante adverso a lo funcional, y este mecherito, que cuando lo abrías te mostraba salir el fueguito y todo, no podía confeccionarse en serie ya que las máquinas que los fabricaban no podían unir las dos mitades decentemente. Así que hubo que hacerlos a mano. Hasta que se pudrieron y cambiaron la portada por esta otra mucho más reconocible que sin duda es el acto seguido de “conseguir fuego”. Se hicieron unas 20.000 copias del diseño original y si te estirás a las 40 esterlinas es muy posible que te puedas hacer con tal vez la única muestra de este estilo de un producto del rock de venta masivo hecho a mano.

miércoles, 20 de abril de 2011

Elvis Presley, 1956 [Elvis Presley]


     Cuando Marty Mc Fly (aka Calvin Klein), llega vestido de alienígena a 1955 todavía lo único que puede alcanzar los 1.21 gigawats es un rayo, Reagan solo es un actor y que un negro sueñe con gobernar es un chiste más o menos ocurrente. Todavía la música joven era el doo-wop, con esos coros pastosos y melosos, que para apretar venían fenómeno (¡que vuelvan los lentos!). Uno nunca sabe cuándo está por empezar lo bueno. Resistís la adversidad, luchás, perdés, y cuando te resignaste, ahí nomás viene. Uno no sabe cuándo empieza lo bueno, decía, ¡pero Marty lo sabía!. Yo que él me quedaba un año más, con lo que le gustaba Chuck Berry, ¿se iba a volver a 1985 para escuchar a Wham!? Sí, ya sé, si se perdía el rayo estaba en el horno, y sabemos que, como buen gallina que era, no lo entusiasmaría demasiado la idea del horno.
     En 1955 la juventud no estaba preparada para el rock & roll, pero para 1956 la cosa no dio para más. ¿Por qué? Porque llegó el Rey con su álbum homónimo, porque de ahí en más rock & roll es Elvis Presley. Y esta portada que lo muestra en blanco y negro a duras penas contenido por su nombre en rosa y su apellido en verde es el punto de partida de todo. Este fue el primer disco de rock & roll en llegar a la cima del Billboard; donde se mantuvo dos meses y medio. También fue la primera incursión del género en superar el millón de ventas.
     El ’56 es del rock & roll la página en blanco en la que se fueron escribiendo el gospel, el blues, el rockabilly, la balada, el exceso, el amor, la rebeldía, las drogas, el sexo y tantas otras cosas. El ’56 metió toda esta contradicción en una coctelera, que las décadas sucesivas batieron y nos sirvieron la paradoja adictiva que hasta el día de hoy tiene la doble propiedad de combatir y servir al sistema que critica y del que depende. Y nos consuela por un rato, dejándonos consumir nuestra disconformidad.
     Quizás podríamos comparar el año ‘56 en relación al rock & roll con el ’79 del punk/post-punk. ¿Pero a qué viene esta mención tirada del jopo (o de la cresta)? Acá va una pista...     

domingo, 17 de abril de 2011

Animals, 1977 [Pink Floyd]

Este simpático chanchito que en la foto flota entre las dos torres del edificio provocó más de un lío entre las autoridades locales al zafarse de sus amarras para darse un paseo recreativo por la ciudad de Londres en el segundo día de rodaje para el diseño de esta mítica carátula. Ceños perplejos de comandantes de abordo habrá sido la consecuencia de los anuncios que vertían los altoparlantes de Heathrow: los vuelos estaban demorados debido a que un cerdo volador había decidido obstruir las intangibles rutas aereas. Los radares de la Civil Aviation Authority fueron testigos de esta singular aventura hasta que la figura del porcino se les hizo inaccesbible al traspasar los 18.000 pies, contados así, uno por uno, utilizando el sistema imperial británico de medidas, tomando como punto de partida el blando terreno de Hyde Park y como punto de llegada la no menos blanda pero sí más gris porción de cielo londinense que establecía el límite superior de alcance de los sistemas de rastreo del año 1977. De esta manera, el más audaz de los puercos marcó un nuevo récord de altura de vuelo por parte de un animal de su especie, marca que ostentaba anteriormente él mismo por motivos obvios.
Al final, aterrizó sobre los pastos de una granja. Fue reparado y vuelto a elevar entre las torres de la Central de Energía Eléctrica de Battersea desde donde Storm Thorgerson pudo fotografiarlo. La cubierta final fue una combinación de la fotografía sacada al globo el tercer día con una de las imágenes del edificio tomada el primer día, cuando todavía Londres no imaginaba que algo pudiera interferir en su bajo, homogéneo, triste cielo encapotado.